Entrevista a Marco Viera, uno de los integrantes de Peces Raros. Este sábado, el dúo se presentará en Mar del Plata para oficializar el disco "Dogma". El sonido de la banda, lo generacional, el mar, la "música de diseño" y la cercanía con Trueno.
Con sus voces agudas, sus paisajes sonoros, lo electrónico como gran envolvente de la canción y una exactitud sonora casi de cirujanos, Peces Raros regresa a Mar del Plata para mostrar en vivo la potencia de su música. En el escenario de Vorterix Club (Diagonal Pueyrredon y Bolívar), la banda de Lucio Consolo y Marco Viera desplegará “Dogma”, su último disco. Será este sábado a las 21.
“Mar del Plata nunca es una plaza más”, dice Marco, en una entrevista con LA CAPITAL. Es que el músico nació en esta ciudad y aquí tuvo su domicilio hasta los 20, momento en que emigró a La Plata para estudiar en Bellas Artes.
Cicuta, reversión de Peces Raros junto a Trueno:
Se crió en el límite entre los barrios Constitución y Caisamar, en una zona que “todavía tiene calles de tierra”, frecuentó las playas del norte e hizo de la costa, Varese, Playa Grande, uno de sus lugares más recordados.
-¿Reconocés la influencia del mar en tu música?
-Me lo han dicho, que algunas canciones mías evocan o están vinculadas a la playa, al mar. Hay una sola canción que es solista que salió a comienzos de la pandemia, que se llama Ola de vapor… no estoy hablando del mar o de la playa pero sí recuerdo que en ese momento estaba muy melancólico. Una amiga me regaló un cuadro que es un mapa de la Playa Varese y entre la angustia y la nostalgia pensaba mucho en Mar del Plata, quería un sonido brumoso, opaco y me vino la imagen de estar en la zona de Varese, de esos días de tempestad marplatense, esa bruma. Fue una imagen que evoqué para buscar un sonido.
-Después de varios discos, ¿cómo explicás la marca autoral de Peces Raros, que su música sea tan reconocible?
-Me atrevería a pensar que es algo que se genera en primera instancia en el tiempo y en la mutación y en el cambio, o por lo menos así se nos dio a nosotros. Si hoy tenemos un sonido es lo que queda de un camino de mucha variación, porque empezamos haciendo canciones de rock más tradicionales y con una cuota de experimentación que pasaba por otro lado, del tecno rock a tracks casi de pista en el tercero y un disco un poco más boutique y de diseño en “Dogma”. Son muchos cambios, de energías y de intención y tienen que ver con la búsqueda constante. Si hay algo que sobrevive y se manifiesta de diferentes formas es lo que termina quedando como piedra angular, como el lenguaje o el discurso. Si bien creo que en los últimos tiempos hemos definido más un sonido.
-Es uno de los aspectos más difíciles para las bandas nuevas: lograr su propio sonido. ¿Lo ven?
-Sí, yo veo sonidos generacionales, sonidos de escena, estéticas colectivas, me parece que eso persiste y sucede más. Generalmente hay particularidades dentro de esas escenas y sensibilidades únicas y búsquedas peculiares en cada colectivo. Termina siendo un movimiento popular, me da esa impresión. Estamos en contacto con todas las escenas que están sucediendo porque nos interesa y nos apasiona. De estar escuchando esas estéticas vamos absorbiendo y volcando sin darnos cuenta en nuestra propuesta.
-¿Decís que hay un sonido generacional?
-Hay muchos sonidos, una multiplicidad, una coexistencia de sonidos generacionales, en el sentido de que suceden en un momento y con un grupo de un colectivo de artistas que algo tienen que ver, rondan en un rango etario muy similar, como puede ser el sonido urbano que es increíble lo que están haciendo. Es un colectivo de artistas más ligados al trap, al rap, después Duki tiene su impronta y Wos tiene su impronta pero de alguna forma los percibís como un colectivo que avanza. Pasa lo mismo con la electrónica, pasó con el rock, sigue sucediendo igual, pasa con el pop.
-Vienen de hacer una reversión de Cicuta junto a Trueno, ¿cómo se dio esa colaboración?
-La verdad es que se dio de una forma muy natural, la propuesta vino del equipo de Trueno. Ellos estaban escuchado mucho Dogma, escuchaban todo el tiempo Cicuta. Nosotros habíamos estado en contacto con su manager y su productor. Sabíamos que nos seguían la huella. Trueno quería cantar algo arriba de Cicuta. Y estuvo buenísimo. No es que elegimos a Trueno. Si hubiese sido al revés no se si hubiese quedado tan bueno.
-¿Cual fue el disparador para empezar a trabajar “Dogma”?
-Lo que sucedió fue que terminamos haciendo un disco donde elegimos 10 canciones. Hicimos las maquetas como trabajo previo, hogareño, vivimos juntos así que cada uno maqueteó cinco canciones que había hecho y las trabajamos juntos, como las ideas principales, los arreglos y después fuimos al estudio a hacer un laburo más de diseño sonoro, de síntesis, para buscar el sonido justo, fue quedando una estética un poco más minimalista en los arreglos y una arquitectura sonora más eficiente que cuando las canciones se gestaban en la sala de ensayo. Acá lo hicimos más en la computadora en primera instancia, nos encontramos con una estática más sobria y más prolija. El proceso del disco fue por ahí: dos personas encerradas en un estudio.
-Hay algo de laboratorio, de ensayo, de música in vitro, ustedes hablan de música de diseño…
-Cuando estábamos haciendo el disco nosotros usábamos el término un poco en chiste un poco en serio, decíamos que estábamos haciendo música de diseño, porque nos sucedía que teníamos un proyecto abierto y todo material que estaba sonando podía ser modificado, todo estaba abierto a la modificación en tiempo real. A veces cuando estás con una banda esas posibilidades se van cerrando, porque lo que grabaste lo grabaste y queda así, en cambio acá todo era síntesis en el momento y se podía ir afinando cada sonido en relación a los demás que estaban sonando y se podia ir armando algo que cada vez sonaba mejor y más perfecto. Fue una arquitectura sonora un poco de laboratorio.
-¿Cuándo ponen el punto final, porque la corrección de sonido en una canción puede hacerse hasta el infinito?
-Tener un deadline (cierre) para querer sacar el disco en determinado momento te alegra en ese sentido, porque es cierto que no hay un límite y el límite lo tenés que poner, tenés que poner un límite temporal porque es infinito y siempre puede sonar un poco mejor. Es el doble filo de esa situación, la potencialidad de poder estar modificando todos los sonidos constantemente y lo que se gesta en el aire de una forma constante y la contracara que tal vez si no te das cuenta terminás en una espiral obsesiva de sesiones y sesiones. Hay que tomar un poco de perspectiva y definir y avanzar.
-¿En qué momento del proceso de gestación de una canción aparece la emocionalidad, lo sensible?
-Me atrevería a decir que lo más emocional está en la composición primera, en la génesis primera de la canción, que tanto en las canciones de Lucho como en las mías están compuestas en una situación de piano y voz o de guitarra y voz. Nunca es pura sensibilidad pero sí es un momento donde ambos ponemos mucha sensibilidad y emocionalidad en juego. Después también hay sensibilidad artística y estética en la construcción de la textura, hay una selección de sonidos intencionales y estéticos donde se pone en juego ahí. Y en la etapa de laboratorio nos ponemos más fríos y cerebrales, pero toda la etapa anterior está empapada de emocionalidad.